La gastronomía veracruzana ha maravillado a muchos por su historia milenaria, cimentada en ingredientes y sabores únicos ligados íntimamente a la cultura Totonaca. Parte de esta vasta oferta gastronómica y cultural, son las Mujeres de Humo, un colectivo de cocineras tradicionales que preservan la tradición de las cocinas ancestrales totonacas hasta la fecha.
Difundir las riquezas gastronómicas, preservar los sabores, aromas y texturas, así como transmitir la herencia cultural Totonaca a los visitantes, son parte de los objetivos de las Mujeres de Humo, aunque también se encuentran luchar a favor la equidad de género y en contra de la discriminación racial, ya que a partir de la gastronomía y del liderazgo de Martha Atzin, es que estas mujeres se han convertido en activistas culinarias. Una pequeña muestra de ello es que dentro de este grupo de mujeres se encuentra Eloy Nuñez, el primer joven de la comunidad LGBT que pertenece a este grupo.
Lo que caracteriza esta increíble cocina son sus creaciones a partir de tres elementos base que son leña, fuego y humo. Estas cocineras usan fogón, comal, metate y molcajete entre otros artículos, para preparar más de 500 recetas que han sido rescatadas de las costumbres y hogares de cada una de ellas.
Esto no es todo, ya que su lucha incesante y su muestra de talento las han ganado el respeto como cocineras y como mujeres indígenas portadoras orgullosas de sus trajes típicos y sus ingredientes sencillos pero perfectamente trabajados, representando así la gastronomía indígena de la cultura viva Totonaca en todo el mundo.
Cabe señalar que este proyecto inició únicamente con cuatro integrantes, pero hoy son más de 200 increíbles cocineras, entre las cuales destacan la maestra Martha Soledad Gómez Atzín, Adela Simbrón Morales, Minerva Malpica Castilla, Isabel Simbrón y Josefina Hernández.
¿En dónde encontrarlas?
Comer en el Nicho de los Aromas en el Centro de las Artes Indígenas, dentro del Parque Takilhsukut, en la Carretera Poza Rica San Andrés km 17.5, Tajín, en Papantla, Veracruz, es una de las experiencias gastronómicas y culturales que bien vale la pena vivir al menos una vez en la vida. No sólo por ubicarse en el principal centro ceremonial totonaco, sino por la experiencia única e inolvidable de los aromas, sonidos y sabores.